Los vestidos

Los vestidos nos pueden hacer sentir muy bonitas pero sino nos sentimos bonitas por dentro tarde o temprano tendremos que enfrentarnos con lo inevitable, eventualmente los vestidos tienen que quitarse, deben lavarse, secarse y guardarse en el armario. Y nosotras debemos enfrentarnos con nuestros cuerpos desnudos.

Si, confesarse, quitarse las ropas y las máscaras puede ser tan intimidantes como un sueño en el que de pronto uno se encuentra desnudo en mitad de un centro comercial.

Vulnerables y sujetas al escarnio público, cuando lo único que siempre hemos deseado era ser aceptadas, amadas.

Si prestamos atención podemos darnos cuenta de que a veces el temor a estar desnudos, la preocupación de que nos vean como realmente somos puede ser mucho más terrible que la desnudez en sí.

Que tal si alguien puede amarme con todos mis defectos? Que tal si puedo dejar de esconderme por una sola vez? Sera posible un milagro de ese tamaño?

A veces es inevitable nos vemos obligados a descartar la ropa vieja y sin querer nos encontramos que una vez desnudos una vez acostumbrados a nuestra propia y verdadera piel podemos encontrar la posibilidad de volver a nacer.